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Un recordatorio de que la estupidez humana es inmemorable y que su hambre de poder trae consigo solo destrucción y muerte. Este es el ejemplo visual de lo que Jean Marie Robine (contacto y relación en psicoterapia: reflexiones sobre terapia gestalt, editorial cuatro vientos. 2005) denomina pensamiento “egológico” : buscar solo el bien propio, pasando por encima de todo nuestro entorno (naturaleza y los otros). Este tipo de pensamiento se caracteriza por el hecho de que limita la existencia del otro a ser una herramienta: utilizable y descartable.
En la teoría de la terapia gestalt se conocen dos tipos de fisiologías: la de primer orden la cual se limita a las funciones del organismo; y la fisiología de segundo orden que son las series de necesidades que se crean a través de la relación con la sociedad (conceptos como quien soy, personalidad, roles y represiones caben en esta categoría). Es increíble como en el organismo-animal-humano se observa como estas dos fisiologías luchan entre si produciendo caos y confusión en el hombre: un ejemplo de esto son los desordenes o trastornos alimenticios, en los cuales la necesidad de comer se ve distorsionada (fisiología de primer orden) por cumplir con una demanda social – ser delgada(o) es belleza – o por una introyección en la función personalidad del self – “yo soy un gordo, debo dejar de comer”, palabras del otro tomadas como propias – (fisiología de segundo orden). Analicemos este ejemplo. Aquí el otro es simplemente un recordatorio del supuesto sobrepeso y que este no es sinónimo de belleza; en el otro se proyectan los prejuicios que hemos dejado intactos como introyectos, y la otro persona se utiliza solo como un espejo que nos refleja lo inadecuado que se es. Como es claro se ve la existencia del otro como “un medio por el cual”, una relación yo-ello (objeto) y se omite la relación dialogal yo-tu (Martin Buber) en el cual el otro ya es un fin como tal.
El hombre ha permitido que su fisiología secundaria tome el control de su existencia provocando el pensamiento egológico: no importan los medios, hay que evitar el dolor y mantener el status quo de la neurosis: impedir la destrucción de la fisiología secundaria. La antípoda a este actuar es el pensamiento “ecológico” (Jean Marie Robine, ibíd.), la convivencia y la adecuada relación del “organismo” y el “entorno” del campo organismo/entorno. En el pensamiento ecológico la naturaleza y el otro no se aniquilan (reducir la existencia de “algo” del entorno a nada) constantemente, se desestructuran (desmantelar “algo” del entorno para construir “algo” nuevo). Lamentablemente esta conciencia “ecológica” se ha desarrollado muy tarde en el hombre y en pocos. ¿Qué paso, en el desarrollo del hombre, para que este percibiera al entorno como ajeno a él? Tal vez la respuesta se encuentre citando a H. Joas:
“Las situaciones no provocan nuestros actos, ni tampoco representan un simple trasfondo para el cumplimiento de nuestras intenciones. Nosotros percibimos una situación solo de acuerdo con nuestras capacidades y actuales aptitudes para actuar”.
Alberto Guzman Ferraro, Ps.
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